jueves, 22 de marzo de 2012

GENTE "DE MUCHA OPINIÓN"



¿ Será que me estoy haciendo vieja, y por lo tanto intolerante como aquellas tías ya mayores que existen en cada familia y que nos cansan con sus necedades?¡ Quién sabe! ...pero espero que no. El caso es que me he vuelto especialmente sensible a las afirmaciones prejuiciosas y muchas veces ignorantes de mis conocidos  (bueno, mas bien de mis conocidas, por eso de que a las mujeres se nos facilita más eso de la opinión, tal vez por el hecho de que hablamos más) contra grupos, países, religiones y personas. Y entonces viene el inevitable prejuicio de mi propia cosecha: “me choca la gente estúpida”. Es “políticamente correcto” soltar alguna barrabasada de vez en cuando, porque finalmente todos, unos más que otros,   tenemos en alguna parte de nuestro yo interior ese gusanito que nos impulsa a tratar de hacernos superiores o más interesantes ante los ojos de los demás, y así convencernos a nosotros mismos de nuestra valía...pero, por favor, ¡ todo en su justa medida!
Estoy pensando seriamente en ver menos a una amiga mía...la primera que conocí a mi llegada a Alemania...Y digo ver menos porque la quiero, no es como quitarse un par de calcetines. Pero hace unos días caí en la cuenta de que cada vez que hablo con ella, la mayor parte de lo que hace es quejarse de los demás, especialmente de los alemanes, y sobre todo, de las alemanas. Como mínimo he escuchado unas veinte veces que tienen caderas inmensas...y lo peor es que después de tan fructíferas conversaciones me he sorprendido a mi misma viendo las caderas de las mujeres en el metro, a riesgo de que me tomen por “stalker”, para ver si  la afirmación de mi amiga refleja la realidad (hasta ahora, he visto caderas de todos los tamaños, como en todos lados). Y no es el peor de sus comentarios, pero los demás prefiero no publicarlos.  Creo que no es necesario aclarar que mi amiga NO es alemana, sino de algun lugar de Europa del este, emigrada a los Estados Unidos y traída “a fuerza” porque se casó con un alemán. Después de tres años de vivir acá, apenas decidió empezar a estudiar alemán, porque creo que siempre consideró que los demás tienen la obligación de saber inglés. Al final del día, creo yo,  es uno mismo el que más se perjudica cuando se carga de prejuicios en contra de la gente del país donde uno vino a vivir, no se integra, se aísla, no conoce y por lo tanto no disfruta lo bueno que el país también le puede ofrecer.  Aclaro que mi concepto de integración en un país diferente al propio, no implica renunciar a las propias raíces y cultura, sino más bien combinar todo en una multiculturalidad enriquecedora, y más tolerante ante las diferencias. Obviamente hablo de mi experiencia muy pero muy personal...tal vez en veinte años sea yo una crítica recalcitrante del alemán promedio.

No digo que los alemanes estén libres de pecado...también he escuchado conocidas alemanas  aqui en Hamburgo, que se preguntan indignadas por qué en tal o cual supermercado permiten a la cajera musulmana llevar cubierta la cabeza con un “Kopftuch”, y por tampoco se explican por qué hay tantos turcos en Hamburgo.  Si en todos lados se cuecen habas ¡cómo no! U otra que conozco, de Estados Unidos, también inmigrante por matrimonio en Hamburgo, que también es amiga mía y la quiero muchísimo: a ella la escuché la otra noche comentar indignada que el español no debería  tener tantas palabras de origen árabe porque los árabes viven gobernados por una religión deplorable y ese vocabulario entró a formar parte del español por los nueve siglos de dominación musulmana en la península Ibérica, no por voluntad de los espanoles. Entonces, me pregunto, ¿qué hacemos? ¿Las dejamos de decir para darle gusto a mi amiga “gringa” que ni siquiera sabe español pero se atreve a criticarlo como si fuera fundadora de la Real Academia? 

Aparte tendemos a dar nuestras opiniones como si fueran las únicas válidas y comprobadas por los más reconocidos expertos. Hasta ahora, en el nombre de una convivencia civilizada, dejo pasar estos comentarios sin meterme en demasiada polémica, porque ya sé que no voy a convencer a nadie de que viven en la obscuridad, pero últimamente si se me ha salido uno que otro “muy respetable tu opinión, pero yo pienso diferente”. Y bueno, la verdad es que ir a tomar café con una persona, sabiendo exactamente de qué va a tratar la conversación, contra quién o quienes van a ir los comentarios, y así sucesivamente,  cansa de solo pensarlo. Y luego está la lucha interior con el  sentimiento de culpa que le viene a uno por albergar tan malos pensamientos en contra de esas personas, porque repito, se trata de gente que aprecio porque han sido buenas conmigo y  han estado ahí para mí cuando las he necesitado. Por eso hablo de “limitar”, no de dar por terminadas las relaciones, porque a este paso ¡de plano me voy a quedar sin amigos en Hamburgo!

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